Todo era transparente aquella noche.
Recorríamos las calles de una ciudad solitaria
y distante.
Transparencia de baldosas desgastadas,
de torres altivas,
de palomas dormidas,
de campanarios y de catedrales.
Transparencia de aquella brisa de mar amado
y del frío que hería
nuestros rostros.
Transparencia de universo infinito,
de estrellas desplegadas,
y del nenúfar.
Transparencia de manos y miradas.
De versos en los labios, y latidos.
Transparencia de aquella libertad que inundaba
nuestras manos transparentes.