Todos tenemos secretos escondidos en algún lugar y nos sentimos frágiles cuando alguien los descubre.

Pero llega un momento en la vida en el que descubres que no es necesario seguir ocultando lo que hemos sentido, llorado, reído, amado... No es necesario esconder en lo más recóndito del alma todo aquello que nos hizo sentir intensamente vivos.

Ya perdí el miedo de abrir las puertas del alma, porque no soy vulnerable ante nadie, salvo ante el miedo de sentirme vulnerable.

Tan solo soy alguien como tú, a quien el universo no ha cesado se regalarle momentos para sentirse viva.

Quise ser pluma


La libertad surgía en blanca forma de pluma de gaviota
desde la playa adormecida y tibia
donde, tristemente, te pensé.

La sal de mis lágrimas, seca de brisa, triste de mediocridad,
surcaba mi piel y las arenas.

En el aire adormecido latía la presencia de una luna creciente
que emergía de las aguas.

Y alcé mis manos.

Aquella blancura de espumas, luna y gaviota
se perdía detrás de un horizonte
cada vez más lejano e insondable.

Entre aromas de algas y de caracolas se cerraron mis ojos,
vencidos en aquel afán de huir de mi prisión.

Quise ser pluma.

Y en medio de aquella oscuridad, sentí en mis entrañas
las entrañas del mar;
Sus destellos de libertad aleteaban entre espumas y luna
en aquel laberinto de caminos definido por mis venas.

Y nuevamente te pensé.

Las olas arrastraron a mis pies una pluma de gaviota...

Con ella, sobre la arena, entre luna y espuma
escribí una sola palabra: libertad.
Escribir adiós carecía de sentido.

Le arrebaté a la mar un sorbo de agua y me marché.