en la distancia.
No veías mis labios ni sentías mi mirada,
y entre las hojas secas de la alameda
todo el azul del cielo se derramaba,
como lluvia de abril, sobre tu espalda.
Un pie tras otro –tal vez leyendo-
andabas despacito, como si nada;
como si no supieras
que, en la distancia,
cada soplo de vida
-como una sombra cosido a tu camisa-
-como una sombra cosido a tu camisa-
se me alejaba